Weatherford en "El legado del indígena"

Félix Layme Pairumani

 

Conocí “El Legado Indígena” de Jack Weatherford en la biblioteca

de Don Jorge Sanjinés, cuando rodaba la película “Los Insurgentes”.

Luego el año 2011 publiqué, sobre uno de los temas del libro, una

columna en la “La Razón”, con el epígrafe “El aporte indígena al

mundo”. En ella reconocí al autor y basándome en su libro entre otras

cosas, dije: “Los indios han transformado la economía europea y han

contribuido a cambiar las ideologías.”

 

Hoy lo reitero. Son muy pocas las personas de alta conciencia social

en la historia humana, que son ecuánimes con el indígena y reconocen

el aporte indiano al mundo. En general abundan apreciaciones injustas

y peyorativas en contra de los indígenas. Esta cultura de subestimar es

una actitud que hasta ahora sigue siendo, una manía encubierta y

sofisticada que, aun muchos practican contra el otro. El colonialismo

ha hecho todas las injusticias.

 

La obra de Weatherford muestra con demasía el aporte del indio

americano al mundo, en la revolución alimentaria, en la tecnología

agrícola (de las 8 o 7 mil variedades de papa, desde 1533 no han creado

ni una más), en la revolución culinaria, en la medicina, en la

planificación urbana y sobre todo en el capital para su industrialización.

En el Nuevo Mundo las injusticias eran múltiples. Como que enviar

a la población a la mit’a de Potosí para extraer plata. Weatherford dice

que: “Entraban allí el lunes por la mañana y no volvían a salir hasta el

sábado”. Allí no entraban en ascensor ni había luz eléctrica. Se

arrastraban por el barro en angostos socavones con intensas goteras,

sólo alumbrados con mecheros de cebo de llama. Según Santo Tomás,

citado por Galeano, era la “boca del infierno”.

 

Pero a España le costó llevarse los tesoros, que por tanto sufrimiento

de los indios ya eran tesoros maldecidos. Los piratas ingleses,

franceses, holandeses, daneses, etc. les despojaron el robo en la peor

forma. Y no solo eso. Según el libro de Weatherford los piratas

llegaron hasta Arica en 1579 para quitarles el oro y la plata. “Pero –

dice el autor– Europa también pagó el precio de su codicia. España, el

mayor beneficiario de la plata de Potosí, pronto se arruinó”. Bueno, el

resto deben leerlo. Porque hablar de cambio hay que tener fortaleza

ideológica.

 

Con un sistema de apropiación de la riqueza con amenazas y

chantajes, más el sistema de extracción de plata cruda del mismo

corazón del cerro, sobre “la gran fábrica de hacer dinero”, más la

conformación del gran capital igual a industrialización. Después de los

piratas, el modelo de asaltar se generalizó en el mundo. Asaltaron

América, África y Asia. Después los países de los piratas ya tuvieron

inmensas cantidades de riquezas, es decir ya tenían el capital, para

industrializar y se industrializaron. Peor aún, perdieron el alma y sus

élites se deshumanizaron. Se enloquecieron, hicieron dos guerras

mundiales y un arsenal de bombas atómicas.

 

Según el libro, ellos han cambiado hasta en lo ideológico. Gracias a

los indios iroqueses, Delisle escribió la obra de teatro el “Arlequín

Salvaje”, tras verlo y fascinado Jean Jacques Rousseau escribió “El

Contrato Social”. El indio ha inventado la democracia. Sin ir más

lejos, podemos decir que los paradigmas de la era posmoderna no son

más que conocimientos empíricos indígenas validados por la ciencia

occidental.

 

La Madre Naturaleza está enojada o moribunda. Es preciso que ellos

se vuelvan corderos. ¿Cuándo entenderán a la Pacha Mama que para

curarse o armonizarse, necesita que antes sus hijos se perdonen, se

reconcilien y se amen los unos a los otros? Pedir eso, a los opresores, a

una cultura arrogante y lineal-racional, es demasiado.

 

Este libro concientiza, enaltece, induce a la ecuanimidad y nos

ayuda a recuperar nuestra dignidad para liberarnos del colonialismo.

Ahora comprendo mejor lo que s la relatividad cultural. Investigadores

como Jack Weatherford honran a su pueblo, honran a nuestro pueblo y

como indígenas debemos honrarlo su obra. Esta vez, por la reedición en

Bolivia de dicha obra, la Fundación del Banco Central se ha llevado el

laurel.